Comparto esta historia para la familia Alterna, que tuvo un impacto muy fuerte en mi vida: soy graduada en Farmacia Bioquímica por la Universidad de São Paulo. Me decidí por esta carrera porque, desde niña, me encantaba hacer experimentos y acompañar procesos de transformación. En la universidad, sin embargo, me di cuenta de que la transformación que más me llenaba ver, provocar y percibir, era la que una hace dentro de sí misma y, consecuentemente, proyecta en los demás para cambiar el entorno. Eso me llevó a ser coordinadora de un programa de educación comunitaria en salud por tres años. Con esa energía, también me conecté con AIESEC, una plataforma internacional que impulsa el desarrollo personal y profesional de jóvenes líderes de impacto. Manejé el área de desarrollo de talentos, impulsando los programas de formación de liderazgo y desarrollo personal por casi dos años. Fue en una de sus conferencias donde escuché por primera vez el concepto “negocio de impacto”. Recuerdo ese momento porque fue cuando pude nombrar a toda una búsqueda que tenía desde hacía mucho tiempo.
Desde muy chiquita, siempre estuve involucrada en causas sociales porque en ellas me acercaba a la utopía de transformar realidades y sistemas establecidos. Era mi lugar de revolución. Y es que antes no me pasaba por la cabeza la posibilidad de juntar estas dos cosas: cambio positivo y sostenibilidad financiera. Decidí que era el mundo que quería crear y sostener. Desafortunadamente, el pensamiento linear y tradicional de muchas organizaciones aún hacía muy difícil comprender cómo una farmacéutica recién egresada podría contribuir a este sector. Fui rechazada en muchas aplicaciones a pasantías en negocios sociales. Finalmente, fui aceptada para una oportunidad en una industria química en India. No era el sector que deseaba sostener, sin duda, pero fue la ventana para conocer en más profundidad otra realidad de un país en desarrollo.
Esta experiencia movió muchas fuerzas internas: decidí que aquel sería el último trabajo que haría en una industria farmacéutica (definitivamente seguir sosteniendo esa lógica no era mi camino natural) y decidí que mi energía estaría dedicada a desafiar al status quo y empezar a crear posibilidades de futuros más deseables. De regreso en Brasil, empecé a trabajar en una empresa de consultoría estratégica y educación ejecutiva cuyo propósito es ampliar la conciencia de líderes y organizaciones sobre su capacidad de impacto en la sociedad. Por casi cinco años, estuve involucrada en proyectos de cambio cultural de organizaciones grandes y complejas, tanto públicas como privadas, creando experiencias de aprendizaje. También emprendí una nueva unidad de negocios con enfoque en comunicación y procesos de cambio cultural. Aquel trabajo fue una gran escuela, aprendí sobre pensamiento sistémico, organizaciones regenerativas y distributivas, nuevas economías, ética y consciencia, desarrollo personal, antroposofia, biomimética etc. Conocí, trabajé e interactué en vivo con grandes provocadores del sistema: Fritjof Capra, Amori Lovins, Michael Sandel, John Naisbitt. Había encontrado un camino para colaborar en la transformación que buscaba, adentro y afuera.
Después de casi cinco años, con una maestría en Globalización y Cultura y una especialización en Business Design for Change, sentía que era el momento de poner en práctica todo lo que había aprendido en otros contextos. Me sentía lista para adentrarme en el mercado de negocios de impacto, pues las ganas que existían desde la universidad se habían entrecruzado con una conciencia más amplia. Había trabajado con grandes organizaciones, me hacía falta conocer en vivo cómo la innovación y la revolución estaban haciéndose en el mundo de los emprendimientos sociales. Esa falta del contacto con la base me motivaba a saber cómo el cambio del sistema podría hacerse desde allí.
Uno de los enfoques de mi maestría fue la multiplicidad del concepto de “países en desarrollo” en diferentes culturas: así que quería vivir, sentir y entender escenarios distintos del brasileño. Además, tenía el deseo especial de conectarme más con otras culturas latinoamericanas, con sus tradiciones, sus formas diversas de desarrollo y sus cosmovisiones.
Deseaba salir de mi zona de comodidad. Y fue en esta búsqueda que conocí Alterna en el sitio web The Next Billion. ¡Fue un encontrón de almas! Veía la mezcla perfecta de todo lo que deseaba: experimentar Latinoamérica, el sector de negocios sociales y un trabajo en que iba a tener contacto directo con los emprendedores para aprender junto a ellos.
Por otro lado, soy una apasionada por el arte, principalmente el arte con fondo político y provocativo. Por esto me encanta asistir a exposiciones, ver intervenciones en calle, ir a teatros y espectáculos de baile, conocer danzas folclóricas… Tengo la costumbre de registrar culturas populares y escenas cotidianas en fotografías. Mi forma de expresión más fuerte es la corporal y por esto me encanta estar en movimiento, si no estoy bailando, estoy en una bici, haciendo trekking o viajando. Esta pasión parte de la motivación de despertar cada día para construir una mejor versión de mí misma y del mundo que deseo vivir, creo que es una búsqueda intensa por el autoconocimiento al confrontarme con el otro y despertar en el otro la posibilidad de reflejarse en mí.
Y todo eso lo encontré en Guatemala. Vivir Alterna fue un experimento de ver pulsar a diario en una organización la pasión, el coraje, la actitud de acción, la mirada empática hacia el emprendedor y el respeto a la diversidad.
Desde el comienzo tuve la oportunidad de conocer las historias de emprendedores de la red y del ecosistema de impacto de un contexto de desarrollo muy emocionante. Esta conexión constante con los emprendedores permeó toda mi jornada en el equipo de cultivación de Alterna: en las reuniones one-to-one de mentoría, en los constantes eventos que la organización y en las sesiones de cultivación. Esta relación cercana me hizo comprender a profundidad sus necesidades y sus principales retos, ampliando mis conocimientos acerca del sector. Con esta conciencia, mi capacidad creativa era constantemente desafiada para diseñar workshops, co-crear experiencias, herramientas y contextos para provocar e impulsar los planes de negocio de estas personas.
Después de unos meses en la organización, una parte de mi trabajo fue gestionar proyectos y coordinar equipos. El ambiente de trabajo era muy estimulante porque siempre me ponía retos para expandir mi propio conocimiento. Como una organización dinámica y con coraje para atreverse a hacer las cosas, cada proyecto y propuesta traía consigo nuevos desafíos que alimentaron mi deseo de buscar formas diferentes de solucionarlos. Tuve muchos miedos e incertidumbres, pero estos también fortalecieron mi coraje.
El espacio de confianza, responsabilidad y la cultura del hacer (no sólo hablar, sino poner las cosas en acción) que encontré en Alterna me permitieron sentir parte no solamente como una colaboradora, también fui una “intra-emprendedora” que compartía retos y se arriesgaba. Trabajar en un equipo multicultural y con emprendedores de otras culturas tuvo sus dolores y deleites. Aprendí muchísimo a convivir y respetar la diversidad cultural y de pensamiento. El conflicto que emergía de las diferentes cosmovisiones me estimuló a ampliar horizontes y a deslocalizar una mirada unilateral hacia una mirada más empática y múltiple, haciéndome más flexible. Era un equipo altamente capacitado, extremadamente apasionado y abierto a la diversidad, lo que creaba un tejido social de intercambio de ideas, de confianza y aprendizajes. La red que se formó entonces me acompaña hasta hoy. A muchos los tengo como una extensión de mi familia, mi campo de conexiones para hacer proyectos y acciones juntos.
Uno de los momentos más especiales de mi experiencia en Alterna y que ilustra la emoción de “vivir esta organización” ocurrió en una sesión de cultivación. Con anticipación, solicitamos a los emprendedores escribir un mensaje para ellos mismos, contando lo que deseaban lograr en el proceso. Al final de la cultivación, una de ellas leyó su carta: dijo que dudaba de su idea de negocio y que no se consideraba una emprendedora, razón por la cual casi había desistido de aplicar al programa. Con la mente abierta, aunque no muy segura, después de vivir los cinco días de inmersión, llegó a la conclusión de que ya sabía lo que buscaba: esperanza, confianza y una red de apoyo. Aquella emprendedora salió de la cultivación segura de que su idea de negocio valía la pena y tenía potencial, y que al igual que ella, había una comunidad en ese camino enfrentando con coraje retos muy parecidos. Fue poderoso conocer el impacto real que estábamos generando en las personas. No se trataba sólo de acelerar e impulsar negocios: pienso que la transformación era mucho más sutil, profunda y humana. Estábamos creando contextos de confianza. En una región donde la desconfianza y el miedo permean en todas las generaciones y niveles (en relación con la política, la subjetividad y las relaciones con el otro), confiar es un acto revolucionario.
En todo este compartir y fluir junto a los emprendedores de la red Alterna aprendí a vivir desde su perspectiva, que muchas veces consiste en crear un camino que no existe, un camino de incertidumbre constante. Esto exige coraje, desprendimiento y aceptación de la posibilidad del error. Experimentar ese proceso, no lo niego, fue exponer muchas de mis vulnerabilidades, pero me trajo la posibilidad y felicidad de crear la realidad que deseo. Aprender y vivir esto en Alterna me permitió, dentro otras conquistas, fundar el emprendimiento de educación socioemocional que tengo hoy.
En Alterna descubrí mi pasión por la educación, por la creación de contextos de aprendizaje y por entender cómo las personas aprenden. Por esto, al dejar Guatemala, hice una larga investigación etnográfica independente sobre educación alternativa. Estuve casi un año viajando por países de Latinoamérica haciendo inmersiones en comunidades educativas y entrevistando personas sobre el tema.
Paralelamente, hoy trabajo en Echos, una organización global que hace inmersiones y proyectos usando como base el Design Thinking. Soy facilitadora y diseñadora de experiencias de aprendizaje, también apoyo en la aceleración y desarrollo de un emprendimiento de educación digital.
En este momento, mi propósito mayor es contribuir para la transformación de la educación hacia una educación integral que fortalezca la autonomía, libertad y autenticidad de los jóvenes. Para esto, actúo junto a maestros en educación socioemocional para que ellos sean capaces de crear el contexto para que eso sea posible. La intención es seguir expandiendo este programa para distintas regiones de Brasil y ampliar nuestro portafolio de formación.
Mi objetivo es provocar en las personas la confianza creativa, asumiendo la responsabilidad política y de impacto que todas tienen para crear futuros deseables en sus organizaciones.